¿A cenar con su pareja? Apague su Blackberry y lo demás

¿Dispuesto a hacer a un lado su Blackberry por una hora o dos? Le sorprendería ver cuánto puede lograr.

Faye Naruke y Jennifer Proctor se pusieron al día sobre los últimos cinco años de su amistad. Barry y Vicki Flink prácticamente volvieron a conocerse después de 36 años de matrimonio.

A medida que la tecnología se ha vuelto tanto una parte indispensable como irritante de nuestras vidas, los teléfonos celulares y las computadoras de mano se han vuelto prácticamente otro miembro de la familia.

Estos aparatos se han vuelto tan importantes en la vida urbana que a veces parece que apenas hay tiempo para recargarlos para seguir hablando, texteando o mandando mensajes por Twitter.

Cada miércoles por la noche, un restaurante del barrio Buckhead de Atlanta ofrece una solución: desenchufarse por completo. El restaurante Neo le exige a los comensales que dejen sus teléfonos y asistentes digitales al capitán de meseros.

La premisa sobre la que se basa este negocio es que esos aparatos, que nos mantienen en conexión constante con otros, nos están alejando y desconectando de quienes son más importantes: nuestros amigos, nuestras parejas, nuestras vidas.

Beth Allen, directora de ventas y comercialización del hotel The Mansion on Peachtree , que aloja el Neo, dijo que la meta de sus noches es brindar una experiencia única para los clientes.

“El equipo... estaba hablando el otro día y algunos se quejaban de cómo nunca podían alejarse del trabajo, cómo sus parejas siempre están revisando sus teléfonos durante la comida, cómo nunca había oportunidades para simplemente relajarse y desenchufarse”, dijo Allen. Entonces se les ocurrió: ¿Por qué no tener una noche así en el restaurante? La idea creció a partir de allí.

Ese sentimiento es compartido tanto por los clientes como por otros dueños de restaurantes. Varios negocios, como el Tazza en Nueva York y el Cole Valley Café en San Francisco tienen una política de no admitir celulares.
Muchos otros le piden a los comensales que usen las reglas apropiadas de cortesía en cuanto al uso de teléfonos. En 2006, un concejal de la ciudad de Nueva York incluso propuso la prohibición de teléfonos celulares en los restaurantes de manteles largos.

Cuando Proctor invitó a Naruke al Neo, ella pensó que era una gran idea.

“Dejé mi teléfono en el automóvil a propósito”, declaró Naruke. “(Luego) no podíamos dejar de hablar”.

Después de superar el miedo de no poder verificar correos electrónicos o responder a los mensajes de texto entre sorbos de vino o bocados, los hábitos de compartir los alimentos regresan poco a poco.

En vista de que ella ya no estaba atenta a su teléfono, Vicki Flink dijo que pudo admirar la vista desde la ventana: un jardín inglés tranquilo, con rosas del Nilo, urnas llenas de helechos y plantas muy altas cortadas con formas artísticas. Ella pudo hablar con su marido sin que su teléfono la interrumpiera constantemente.

“El hecho de que ningún teléfono sonara a su alrededor también fue un cambio bueno”, agregó.

“Los teléfonos suenan todo el tiempo”, comentó Vicki Flink. “Cuando se está oyendo la conversación de alguien, usted trata de no escuchar, ¡pero siempre se siente que hay algo que está usurpando mi velada!”.

Su exasperación no era nada comparada con la de Barry Flink.

“Su familia le llama continuamente”, dijo. Quisiera tirar sus celulares.

Los Flink acordaron hacer a un lado sus artefactos durante algunas horas y se toparon con otra forma de interacción: sonrisas, reír juntos, verse a los ojos, tocar sus manos.

“Simplemente nos estamos volviendo a conocer”, afirmó Barry Flink. “Es algo notable”.

Fuente: nacion.com

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