El móvil no es un juguete pero ya lo tienen dos decada tres niños



Hoy han venido los Reyes Magos. Y en este momento seguro que su hijo, nieto o sobrino estarán conectando el flamante «smartphone» que Sus Majestades de Oriente le acaban de dejar. No podía ser de otra manera tras meses de feroz campaña en la que la frase «todos lo tienen menos yo» ha funcionado como un martillo pilón. Pero lo peor es que tiene toda la razón. El 67% de los menores entre 10 y 15 años ya tenía en 2015 un teléfono móvil, según los datos de la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística, y un 49% de los padres, según la empresa de telecomunicaciones «holaMOBI», ha intercedido para que los Reyes traigan esta Navidad un dispositivo móvil. Así que tranquilícese, simplemente su pequeño ha pasado a formar parte de esos dos de cada tres niños que en España ya tienen el deseado -y a la vez temido- regalo.

Oponerse a las nuevas tecnologías es batalla perdida. «El mundo es digital», afirma Silvia Álava, psicóloga y autora del libro «Queremos que crezcan felices». Para esta experta, los móviles tienen una parte muy positiva en el desarrollo de los menores porque «les hacen más autónomos y que se interesen por otro tipo de cosas. No hay que demonizarlo», asegura. Y con ella coincide Guillerno Fouce, doctor en Psicología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, quien confirma que «estimulan a los niños porque mejoran su coordinación motora e impulsan su creatividad. Hay fantásticos programas educativos».

Que un niño tenga un móvil -para tranquilidad de padres, madres, abuelos o tíos- no es en sí bueno o malo. Eso sí, advierte Álava, «como padres tenemos que ser conscientes de que un teléfono no es solo un aparato para recibir llamadas sino que es un dispositivo que permite a un niño conectarse a internet. A ninguno se nos ocurriría dejar solo a un pequeño por la calle por los peligros que entraña. ¿Por qué vamos entonces a abandonarle a su suerte en las redes sociales, donde hay buenas cosas pero también mala gente?», plantea esta psicóloga.

El contacto de los menores con realidades para las que no están preparados puede tener consecuencias no deseables. «En internet hay videos que no les corresponde ver por su edad y su desarrollo cognitivo. Esa imposibilidad de comprenden lo que están vieno les pueden generar ansiedad y pesadillas. Hay que evitarlo», previene Álava, para quien la edad más apropiada para que un menor tenga un móvil se sitúa en los 14 años. «Es cuando tienen un grado de madurez óptimo. Es difícil aguantar la presión -reconoce- pero es la edad adecuada», insiste.
Conductas de riesgo

La nueva realidad de la comunicación a través de las redes sociales es otro de los puntos delicados -advierte Álava- que padres y madres deben tener en cuenta porque «les pueden venir grandes y ser peligrosas para ellos si no se les enseña a usarlas».

Los menores son además capaces de adoptar conductas de riesgo en su imparable e incansable búsqueda de estímulos. «No son solo los juegos violentos, hay otros de rol en los que construyen personajes para interactuar con otros avatares. Empiezan con conversaciones en grupo y acaban en conversaciones privadas con personajes que no tienen por qué ser niños.Juegan a ser mayores pero no lo son», indica Fouce.

La clave para evitar que este regalo se convierta en una experiencia extremadamente desagradable está en la comunicación entre padres e hijos. «Debemos enseñar a los niños a usar el móvil. Aunque desconozcamos casi todo sobre las nuevas redes sociales, sí podemos inculcarles unas normas básicas; como que no se puede colgar todo en la red porque una imagen o un mensaje, una vez que son enviados, se convierten en algo público. También que por escrito se pueden malinterpretar muchas conversaciones y que no hay que chatear nada que uno no se atrevería a decir cara a cara. Así evitaremos muchos problemas de ciberacoso que se están produciendo ahora», señala Silvia Álava.

Igualmente es importante, añade Fouce, «que los niños hablen de lo que van descubriendo en las redes, que lo compartan con los padres». Se trataría de que los menores participen de la gestión de riesgos. «Hay que marcar unos límites, pero para que los gestionen ellos. Que sepan cuántas horas van a poder disfrutar del móvil para que ellos mismos las administren. Y también hacer que sean conscientes de que existen contenidos que pueden causarles daño», concluye Fouce.

Álava aún pide más. «Puede que no nos apetezca, pero si nuestro hijo tiene Facebook, Instagram, WhatsApp... tendremos que participar de esas redes sociales. Así comprenderán que si podemos ver lo que ellos están colgando es porque ha dejado de ser privado. No estamos abriendo a escondidas su correo o su diario privado; lo han colgado y es público, también para sus padres».

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